Desde 'Nunca Jamás'

Son las 11 de la mañana y acabo de desayunar. No quiero hacer cuentas de cuánto he dormido, además estoy segura de que mi cuerpo lo agradecerá.

Estoy en un sitio donde parece que el tiempo se paró hace mucho. Es el paraíso al que vengo cada verano y algunas veces en invierno. Un lugar prácticamente muerto, donde la gente no suele aparecer hasta que empieza a hacer calor.

Ahora mismo, domingo por la mañana, se puede decir que es un sitio fantasma. Estoy en mi habitación, supuestamente trabajando, drogada por la suave brisa y el olor a mar. Aquí no necesito música, tengo el sonido de las olas y el de un pajarito cantando en un árbol... ¿qué más puedo pedir?
Si miro por una de las ventanas de mi cuarto veo el parque natural, un monte y en él la 'Torre de Meca'. Allí arriba se respira paz y tranquilidad. Tengo por costumbre subir cada verano, al menos una vez, para luego tirarme desde arriba por el ‘Resbaladero’ (no apto para los que no les guste hacer locuras, ni caerse, ni llegar completamente asqueroso/a masticando arena) y durante ese trayecto soy la misma niña de 8 años que nunca se hará mayor.
Si miro por la otra ventana, la que está frente a mí ahora mismo, veo el mar. Hoy es poniente, y eso significa que no hace demasiado calor (para mí, la temperatura ideal), el mar está cristalino, tranquilo y muy frío. El cielo (como casi siempre que es poniente) está tan despejado que veo la silueta de Tánger en el horizonte y siempre pienso que habrá alguien al otro lado, justo en este momento, pensando lo mismo que yo. Casi siento que puedo darle la mano. Son nuestros vecinos, y es muy posible que tenga más cosas en común con ellos que con alguien del Norte. Estamos tan cerca, que si ahora mismo pongo la tele (cosa que me niego a hacer) son los canales de Marruecos los que mejor se ven y mi móvil ha dejado de ser de una compañía española para convertirse en 'Mor iam' (Bienvenido a Marruecos... para llamar marque...)

Aquí, como dije antes, el tiempo pasa muy despacio... Diría que se paró si no fuera porque cada verano hay alguien que ya no está entre nosotros. Me acuerdo especialmente de ti, porque aún tenías toda una vida por delante y no entiendo qué pudo ser tan grave como para que ésa fuera la única solución que encontraste. Cada vez que vengo veo a alguien que me recuerda a ti y por unos segundos pienso que nunca te fuiste.
Si cierro los ojos, casi puedo oir en el jardín las voces de aquellos niños entre los que estabas tú. Y es que esta casa era el sitio de encuentro de todos nosotros. Cuántas caídas, cuánta sangre, cuántas peleas de ésas que duraban 5 minutos, cuántas locuras... Nunca olvidaré aquella frase célebre: '¡ostras! ¡que me he tragado la moneda!' (¡¡¡de 5 duros de las antiguas!!!)
Esos niños crecieron. Ahora tenemos responsabilidades y preocupaciones. Aunque reconozco que aquí mis preocupaciones desaparecen como por arte de magia y vuelvo a ser aquella niña que llegaba a casa con las rodillas destrozadas y los pantalones rotos (porque sí... a mí los juegos 'bestias' eran los que me gustaban ;-) )

Ahora son otros niños los que juegan en el jardín cada verano... y se me cae la baba cuando escucho ése 'tía Moni' con vuestro acentito inglés (probablemente ni sabeis lo que significa... pero cuando me decís eso me haceis la persona más feliz del mundo :-) )

Y, aunque parece que lo cuento con algo de nostalgia, es todo lo contrario. Pienso que cada edad tiene algo bonito. Ya no soy aquella niña, pero tengo otras cosas. Soy feliz con lo poco/mucho (para mí demasiado) que me da la vida. Si me dieran la oportunidad de volver ahora a aquella edad o la posibilidad de cambiar algo, no lo aceptaría.

Supongo que todos y cada uno de vosotros tendrá su país de 'Nunca Jamás' . Estaría muy guay que dijérais cómo es el vuestro :-)

Y hasta aquí he llegado... Siento que sea tan largo (¡y eso que he borrado la mitad! :-) )